Newsletter Septiembre 2025

CASA MALI

By Martina Pavéz, co-fundadora de Mali

 

 

UN SUEÑO DE MALI

¡Hola a todas! Soy la Martina, co-fundadora de Mali y quiero contarles sobre un sueño que se hace realidad: nuestra nueva Casa Mali.

Un lugar único en Chile, pensado para las mujeres, en ti, donde vas a poder sentirte como en tu casa: cómoda, motivada y feliz.

Imagínate un espacio donde puedas practicar yoga o pilates, disfrutar de un cafecito rico, sentarte a conversar, vitrinear nuestras colecciones y descubrir una curaduría de marcas que amamos y que reflejan nuestros valores.
Nuestro nuevo estudio es un punto de encuentro para el cuerpo y la mente.
Contaremos con clases para todos los niveles —desde yoga y pilates hasta otras disciplinas— guiadas por mujeres increíbles, parte de nuestra comunidad de Mujeres en Movimiento, que te acompañarán en sesiones que te harán sentir renovada, fuerte y conectada contigo misma.
Y eso no es todo...
En Casa Mali también te espera una terraza abierta, perfecta para relajarte, compartir, tomarte un café o simplemente disfrutar el ambiente.
Queremos que sea tu lugar favorito: ese espacio donde siempre te sientas bienvenida.
Porque en Casa Mali creemos en el poder de las mujeres que apoyan a otras mujeres.
Creamos este espacio pensando en ti, en tu bienestar y en todo lo que nos mueve: libertad, naturaleza, movimiento y comunidad.
Ven a conocer Casa Mali. 💛 
Te esperamos con los brazos abiertos… ✨

(Por todo octubre estaremos dando una sorpresa a cada persona que venga a conocernos y suba una historia a instagram)




MUJERES EN MOVIMIENTO

BY María Ignacia Astaburuaga (@nachafromchile)

 

 


Soy Maria Ignacia Astaburuaga, fotógrafa de naturaleza y diseñadora gráfica, creadora de Local Mag (www.localmag.cl) y de @nachafromchile, donde comparto imágenes y relatos que nacen de la curiosidad y de las ganas de explorar.

Mi trabajo siempre ha estado ligado al territorio: observar, capturar y narrar la esencia de los lugares y las personas que los habitan. Viajar es para mí una forma de crear y, al mismo tiempo, de transformarme.

Hoy parto a la aventura más grande de mi vida: una vuelta al mundo en dos meses. Un recorrido que me llevará desde la modernidad de Dubái hasta la espiritualidad de Sri Lanka; desde los templos y arrozales de Bali hasta las costas Australianas de Torquay; más tarde, a la fuerza indómita de Islandiay, finalmente, los colores y aromas infinitos de Marruecos.

Este viaje es una invitación a mirar el mundo con otros ojos, a perderme y encontrarme en cada paisaje. No sé exactamente qué descubriré en el camino, pero esa incertidumbre es parte de la magia.

Soy una viajera en movimiento, lista para abrir mi cámara y mi corazón a lo que cada destino tenga para mostrarme.


FORASTERAS

BY CAMILA Y TERE (@FORASTERASTRAVEL)

 

 

Todo partió con una invitación concreta, acompañar a un grupo de científicos del Colo Colo Project en una salida técnica para revisar cámaras trampa en la Reserva Nacional Altos de Lircay, en la Cordillera del Maule. Sabíamos que iba a estar cerrada al público, que el acceso en invierno es restringido, que el terreno sería desafiante. Pero también sabíamos equiparnos, organizarnos y movernos en ese tipo de paisaje. No era una caminata de domingo. Era terreno de verdad. Nos habíamos preparado para lo que venía, aunque sabíamos que la montaña siempre guarda sorpresas. Y lo hizo.

Altos de Lircay es un lugar increíble, incluso sin nieve. Pero en invierno, con todo cubierto de blanco, parece otro planeta. Los senderos desaparecen, las señales se borran, y solo queda el instinto, el mapa mental, y seguir la huella del equipo de adelante. La nieve crujía bajo nuestras botas, los coigües formaban túneles y el sol, cuando aparecía entre las ramas, pintaba todo de dorado por segundos. Pero no calentaba nada.

Subimos en silencio casi todo el tiempo. No por falta de conversación, sino porque el paisaje era alucinante. Porque había que concentrarse para no hundirse en falso, para no perder el equilibrio, para leer el terreno. Y también porque había algo hermoso en ese silencio. Ni viento, ni pájaros, ni agua corriendo. Solo pasos y respiraciones. 

La misión era revisar varias cámaras trampa distribuidas en puntos estratégicos de la reserva. Algunas estaban cubiertas de hielo, otras casi invisibles entre la vegetación. Francisco, parte del equipo técnico, abría el paso con precisión; Carlos, el veterinario a cargo, chequeaba coordenadas, pistas, huellas. Nosotras asistíamos, observábamos, y registrábamos todo.

Después de horas caminando, llegamos a una de las cámaras más remotas. El frío ya se había instalado en los dedos. Mientras buscábamos algo de sol para recuperar sensibilidad en las manos, los chicos descargaban las imágenes de la tarjeta. Fue ahí cuando todo cambió.

—Miren—dijo Francisco.

Nos acercamos a ver la pantalla. Y ahí estaba, un felino salvaje, parado sobre una roca, con una postura serena y poderosa. No estaba en los registros previos. No lo habían visto antes. Lo llamaron “Forastero”. Pero para nosotras, más allá del nombre, fue la sensación de estar ahí justo en ese momento. De ver cómo una imagen podía encender la emoción de todo un equipo.

Lo que queda después

La bajada fue más rápida, pero igual de exigente. La nieve seguía firme, los músculos agotados. Pero algo había cambiado. No por la foto —aunque sí, fue un hito—, sino por la experiencia entera. Por haber entrado a un lugar que en invierno duerme. Por haber caminado durante horas sin ver a otro ser humano. Por haber entendido, en carne propia, el ritmo lento de un ecosistema que no se adapta a nosotros, sino que exige lo contrario.

No puedes entrar en invierno, a menos que tengas un permiso técnico. Pero cuando la reserva esté abierta, anda. No como quien “va de paseo”, sino como quien quiere mirar con otros ojos. Lircay es mucho más que  una reserva bonita. Es un corredor biológico esencial, un refugio de especies que pocas personas han visto. Lleva buenos zapatos. Lleva agua. Y deja espacio para el asombro. No por si ves un gato —probablemente no lo veas—, sino por todo lo demás, por el silencio, por el bosque, por el momento exacto en que te das cuenta de que estar ahí, sin señal y con los pies mojados, es el mejor lugar del mundo.



Mente Cuerpo y alma 

 


Cuando la naturaleza florece, nosotras también

Cuando entendemos que somos parte de la naturaleza y que nuestra ciclicidad es un reflejo de lo que ocurre en ella, empezamos a vivir más enraizadas y con consciencia de lo que está por venir. Aprendemos a observarnos, a leer los mensajes del cuerpo y a honrar los ritmos que nos habitan.
¿Sientes los cambios cuando llega una nueva estación? ¿Notas que tu cuerpo reacciona, que algo en ti pide ajustar rutinas o alimentos?
No es casualidad. Lo que ocurre afuera también se manifiesta dentro de nosotras. Como es arriba, es abajo; como es afuera, es adentro.
El Ayurveda la medicina holística más antigua del mundo, con más de 5.000 años de práctica ininterrumpida nos enseña precisamente eso: a vivir en armonía con los ciclos de la tierra. En sánscrito (lengua antigua de la India), Ayurveda significa “conocimiento o ciencia de la vida” por ende la profundidad de esta ciencia milenaria es fascinante. Más que un sistema médico, es una filosofía que promueve la prevención, el equilibrio y la consciencia como pilares de la salud. Ve al humano de forma holística el cual tiene un cuerpo, mente y espíritu, se le llama la ciencia de la longevidad porque a través del autoconocimiento y entender que somos parte de algo mas grande que es la naturaleza podamos mantener la vida, para que la disfrutemos plenamente en todos los niveles. Para equilibrar tu cuerpo tienes que alinearte con la inteligencia del universo (tu entorno). Debes crear hábitos en estén en sincronía con la naturaleza.
Dentro de sus ramas de medicina, existe la que estudio como coach y terapeuta que se llama
Rasayana, la ciencia del rejuvenecimiento y anti-edad. Me gusta mencionarla porque nos
recuerda que la juventud y la vitalidad no dependen solo del paso del tiempo, sino de la forma en que vivimos, respiramos, sentimos y nos alimentamos.
Cuando reconocemos que somos parte de algo más grande “la naturaleza misma”,
aprendemos a cuidarnos con respeto, anticipando los cambios y utilizando estrategias
milenarias que nos ayudan a mantenernos en equilibrio.
En Ayurveda, la primavera se considera una estación de renacimiento y renovación. La
naturaleza florece, y nuestro cuerpo sigue ese mismo proceso. En otoño se cae la semilla que durante el invierno se nutre, y existe una acumulación de toxinas y líquidos, que el cuerpo pide eliminar con la llegada del calor primaveral. Esta estación invita a aligerar la alimentación, desintoxicar el cuerpo y fortalecer la digestión, ya que esta es clave para mantener el equilibrio y la salud en Ayurveda.
Aquí te comparto 5 estrategias ayurvédicas para acompañar el cambio de la primavera:
 Prefiere comidas ligeras: sopas, guisos suaves, verduras y frutas de estación.
 Activa tu digestión con especias: jengibre, cúrcuma, canela. ¿Qué tal una leche dorada
o un curry?
 Comienza el día con agua tibia y limón: ayuda a limpiar y despertar el sistema
digestivo.
 Bebe infusiones calientes durante el día, ¿Una infusión de hinojo 45 minutos despues
de almorzar, una melisa antes de dormir?

 Muévete en las mañanas: camina, estira o practica yoga para liberar energía
estancada.
 Conecta con la naturaleza: respira, agradece y suelta lo que ya no quieres que florezca
en ti.
El cambio de estación es una oportunidad para volver al equilibrio. Cuando acompañamos los
movimientos de la tierra con amor y consciencia, florecemos junto a ella, más ligeras, más
presentes, más vivas.
La primavera es el símbolo de la fertilidad, un tiempo en el que la vida renace y florece con
nueva energía.
¿Como quieres florecer?
Por Carla Ciorba Veloso (@floraveda.cl Instagram link )